sábado, 29 de enero de 2011

EL ASCENSOR


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Cuando Paco Penas recuperó la consciencia tan sólo veía el techo del pasillo del hospital pasando a toda prisa ante sus ojos. Una incómoda mascarilla cubría su nariz y su boca y varias personas a ambos lados de la camilla sobre la que se encontraba, pedían a gritos que abrieran paso.Con el rabillo del ojo pudo apreciar la figura de Pepi que les seguía a escasos dos metros de distancia con evidente nerviosismo. Al cabo de unos largos segundos, Paco notó que se habían subido a un ascensor.


Las voces del personal sanitario del DCCU le llegaban lejanas y poco comprensibles. Intuía que algo iba mal, y aunque su dolor en el pecho había remitido, una extraña sensación de gravedad le invadía.


De repente escuchó una palabra perfectamente reconocible: UCI.


Por un instante sintió un ligero alivio al comprobar que no daría con sus huesos en la tenebrosa Medicina Interna que le perseguía aún en interminables pesadillas casi a diario. Era un pequeño trauma psicológico que no lograba superar a pesar de la distancia y el tiempo que había pasado desde que solicitó el alta voluntaria. Pero ese alivio quedó drásticamente erradicado cuando de repente al ascensor se detuvo.


- ¿Esto qué es?...¿a qué botón le habéis dado?.- pregunta el médico al resto del equipo que se miran con incredulidad.


- A ninguno, se ha parado solo.


- Mierda.- responde con seriedad el doctor que pulsa enérgicamente el botón de alarma del ascensor.


Un pitido estridente suena fuera del metálico espacio, donde los miembros del DCCU aprovechan para colocar mejor los electrodos y cables que se posan sobre Paco, con mimo y cuidado. Tras medio minuto de espera, el doctor vuelve a dejar literalmente "pegado" el dedo en el botón de alarma durante diez segundos.


El conductor se introduce el dedo índice en el cuello del suéter intentando que entre algo de aire, en un claro síntoma de sofoco. Poco a poco empieza a sudar abundantemente y a ponerse pálido.


El enfermero se da cuenta y le pregunta:


- Quillo..¿te encuentras bien?


El conductor parece restar importancia al asunto con un rápido movimiento negativo con la mano y responde...."Tengo calor".


El auxilio no llega, y el médico martillea inmisericordemente el botón rojo en cortos intervalos de tiempo durante un minuto, y termina por golpear con su puño repetidas veces la puerta del ascensor.


- Ya vaaaa, ya vaaaaaa...- responde alguien desde fuera.


- ¿Cómo que "ya va, ya va"?...que tenemos una urgencia aquí dentro jodeeeer.- responde el doctor.


- Sí, sí...todos los que se quedan encerrados tienen una urgencia...- responden con ironía desde fuera.


El conductor comienza a empapar literalmente suéter y chaleco con su sudor, la visión se le vuelve borrosa y se apoya con estrépito con ambas manos en el lateral de la camilla donde Paco Penas apenas se mantiene consciente. De nuevo, el enfermero pregunta al conductor.


- Pepe...¿qué te pasa?


- Nada...nada...calor...mucho calor.


- Y una mierda calor....¡¡claustrofobia!!.- responde el enfermero mientras intenta acercarse a su compañero para auxiliarle.


En ese momento, Pepe el conductor se desploma al suelo, tumbando consigo en su caída la camilla y a un Paco Penas que cae pesadamente sobre el suelo del ascensor enredado en una madeja de cables de colores.


Mientras, desde fuera un par de técnicos con la ayuda del médico por dentro, van abriendo la puerta del ascendor centímetro a centímetro penosamente; en el interior, el enfermero no sabe bien a quién acudir...Su compañero Pepe se encuentra semi inconsciente tumbado boca arriba y sobre él descansa el cuerpo de Paco Penas, y sobre ambos, una manta de sueros, sistemas de goteros y cables.


- Por Dios Bendito, ¿qué demonios pasa dentro?- dice un miembro de Seguridad mientras ojea el interior por el pequeño resquicio abierto.


- Una urgencia, ya se lo dije.- responde el doctor.


- ¡¡Qué coño!!...¡¡son dos urgencias, Manolo!! .- le responde el enfermero mientras trata de sacar el cuerpo de Paco Penas de encima de su compañero.


- La virgen...


Tras un tira y afloja contra los propios nervios y el peso de un Paco Penas inconsciente, el enfermero consigue apartar el cuerpo, pero producto del esfuerzo éste cae sobre él, que queda en la misma posición en la que estaba su compañero Pepe segundos antes.


Al abrirse la puerta del ascensor justo enfrente de la puerta de la UCI, un intensivista de mediana edad y pequeñas gafas metálicas, observa el panorama: el conductor en el suelo bocarriba, empapado en sudor, el enfermo bocaabajo sobre el cuerpo del enfermero que intenta sacárselo de encima, el doctor del DCCU presa de los nervios abroncando a los técnicos y a Seguridad por la tardanza,...todo ello aderezado con bolsas de suero rodando por el suelo, electrodos y multitud de cables que van y vienen de todas partes.


Ante esta visión, el intensivista (sin sacar las manos de los bolsillos de la bata), con parsimonia se gira hacia sus enfermeras de UCI (que ya tienen las manos enguantadas), y les pregunta...


- ¿Ésta es la nueva forma que tienen en el DCCU de traer los enfermos a la UCI?...me habían dicho que la cosa estaba mal....¡¡pero no me hacía una idea de cuánto!!







domingo, 2 de enero de 2011

MUCHA, MUCHA, POLICÍA....


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Aquella soleada y fría jornada de invierno, el Peñón lucía en todo su esplendor desde la ventana de Paco Penas. Se había levantado temprano a pesar de ser domingo, pero la rutina de madrugones a lo largo de la semana hacía imposible seguir conciliando el sueño más allá de las ocho de la mañana, así que hizo algo de café, y se sirvió una generosa taza caliente.
Paco despertó a Pepi (su mujer) con ese trajín mañanero, y ambos se dispusieron a dar buena cuenta de un reconfortante desayuno.
Pero la mañana era tan soberbia que a Paco se le ocurrió una idea genial: desayunar en el salón mientras contemplaban el Peñón por la terraza en aquel idílico día. A Pepi le pareció una iniciativa formidable, así que trasladaron tazas y tostadas hasta la mesa principal y entre bostezo y bostezo (y alguna que otra mirada de complicidad), aliviaron el hambre en poco más de media hora.
Los dos estaban todavía embutidos en sus batas de andar por casa, y calzaban las pantuflas de invierno cuando en el informativo de una emisora de radio local se comentaba la noticia del día: la intervención de la policía en el Hospital de La Línea para detener a un peligroso delincuente.

- ¿Quién será el desgraciado?- se preguntaba en voz alta Pepi.
- No me extrañaría que fuera mi ex compañero de habitación...era un psicópata.- respondió Paco sonriendo. Ambos rieron con ganas.
- Pues al parecer la policía sigue con las detenciones.- añadio Pepi.

Por las ventanas se filtraba un sonido estridente procedente del exterior. Parecía como si alguien hablara a través de un altavoz.

- ¿Qué es eso, Paco?
- Seguramente sea la furgoneta de "El Tapicero" que ya está dando por culo, como todos los domingos, Pepi.
- No, no....baja la voz de la radio un momento.
Paco se levantó con desgana y giró el botón del volumen hacia el mínimo, hasta poder escuchar el sonido del exterior.

.....las manos en alto. Repito. Les habla el Grupo Especial de Operaciones del Cuerpo Nacional de Policía. Este es el último aviso. Obedezcan o nos veremos obligados a entrar por la fuerza. Repito. Salgan con las manos en alto.....

Paco y Pepi se miraron con extrañeza, como preguntándose si habían escuchado lo mismo.
En ese momento, se escuchó una detonación sorda y observaron como (con ese paisaje de fondo del Peñón de Gibraltar) un objeto oscuro y pequeño volaba por los aires y cada vez se hacía más grande, y más grande, y más grande, hasta que.....¡¡crashhhhhhhhhhhhh!!...atravesó el cristal de la terraza y cayó en el suelo del salón con estrépito.

- Que demonios...-empezó a decir Paco cuando de repente, del objeto en cuestión, empezó a salir humo.

A continuación dos golpes fuertes y secos en la puerta principal, hasta que con el tercero, la puerta se abrió astillándose en la zona de la cerradura.
Varios hombres corpulentos, ataviados con ropas oscuras, chaleco antibalas, cascos y máscaras antigás, entraban en el domicilio de Paco Penas, mientras les apuntaban con fusiles de asalto con mirillas láser.

- ¡¡AL SUELO!! ¡¡AL SUELO!!
- Pero...pero..coff, cofff....esto es un error....-respondía Paco que estaba pálido y cariacontecido.
- ¡¡LEVANTE LAS MANOS, MECAGONDIOSSSS!! ¿¿ES QUE NO ME OYEEEE??? ¡¡¡¡AL SUELO YAAAAA!!!

Paco levantó las manos mientras se iba arrodillando.
- Por favor...coff, cofff.... señor agente, insisto en que debe haber...cofff, cofff.... algún error.
- ¡¡¡AL SUELOOOOOO, JODERRR!!!
Finalmente cuando ya estaba en el suelo boca abajo, alguien con voz marcial y los ánimos más templados, le colocó las manos cruzadas en la espalda y procedió a esposarlo mientras decía...

- Francisco Penas, queda usted detenido por colaboración con banda armada relacionada con más de 50 delitos contra la propiedad,....
- No, por Dios....cofff, cofff.... debe haber un error...
-....delitos de hurto, atraco con violencia, extorsión y organización de juego ilegal....
- Es imposible, agente, no tengo nada que ver con eso......aaaaaaaaaaaagh.

En ese momento, un dolor agudo en el pecho, nubló la vista de Paco. Alarmada por el aspecto desencajado de su marido, Pepi alertó a los policías, y uno de ellos tras comprobar que efectivamente había motivos de preocupación, ordenó por un radiotransmisor que descansaba en su hombro izquierdo, que llamaran a una ambulancia inmediatamente.
Paco veía borroso y tosía a consecuencia del bote de humo. La imagen parecía sacada de una película de ciencia ficción. En medio de aquella nube espesa, tan sólo se apreciaban los haces de luz roja del láser de los fusiles que iban recorriendo cada rincón del salón.
En menos de diez minutos, un equipo de DCCU se personaba en el domicilio de Paco.
El doctor, nervioso e impregnado en sudor, se adelantó para explorarlo mientras el enfermero colocó estratégicamente unas pegatinas sobre el torso de Paco y activó el monitor-desfibrilador para ver el ritmo y los complejos cardiacos.
Una toma de tensión arterial rápida y los ojos de todo el equipo sanitario quedaron fijos en la pantalla del monitor largos segundos.
El policía de voz marcial preguntó impaciente al doctor.

- ¿Es grave?
- Parece un angor...pero creo que sería necesario hacerle algunas pruebas que aquí no podemos hacer.
- Mierda....de acuerdo, ¿y dónde se lo llevan?
- Al Hospital....al Hospital de La Línea.
Y Paco que apenas podía moverse del suelo por el dolor, acertó a contestar:
- Se lo ruego, al Hospital no...¡¡llévenme al calabozo!!! ¡¡¡A Botafuegos, si ustedes quieren, PERO AL HOSPITAL NOOOOO!!!

Y diciendo esto, perdió el conocimiento.